viernes, 12 de mayo de 2017

La Gracia de Dios, la Santificación y El Espíritu Santo.

Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad  2 Tesalonicenses 2:13
    La Gracia de Dios es una de las doctrinas más hermosas y profunda de la Palabra de Dios, quiere decir que no hay méritos en nosotros, de ninguna clase y que Él Señor en su favor inmerecido decide desde el principio pasar por alto nuestros Pecados y transgresiones y solo fijarse en la obra de Cristo y Justificar al Pecador arrepentido y colocarlo en el estado de Salvación.
    La Gracia Soberana nos coloca en el estado correcto en relación a Dios, como hijos de Él, es consoladora y da esperanza para el creyente que ha caído en el fondo de la inmundicia. Él puede mirar como los esclavos miran en la mano de su amo y obtener el perdón para reanudar su Comunión con su Señor.
      Sin embargo, la obra de la Gracia en cuanto a la Salvación no debe confundirse con la obra de Santificación. Se podría decir que la Santificación es una segunda obra de Gracia, es decir que mientras la total gratuidad en la Salvación se recibe por fe, en la Santificación también usamos nuestra fe para vivir para Dios.
       Pero debemos estar muy atentos porque el Evangelicalismo tradicional muchas veces  negligencia de enseñar o se ha olvidado por completo del poder y la obra del Espíritu Santo en cuanto a vivir para Dios. Quiere decir que en la Santificación El Espíritu Santo opera en nosotros para colocarnos a nuestra posición original de justificación en Cristo.
Dios nos da la Salvación por Gracia, como hijos de Dios ya Reconciliados y Justificados estamos en el proceso de Santificación en el cual opera El Espíritu Santo por la fe en La Verdad,esto es en la obra de la cruz.
¿En dónde está el peligro? En que algunos por una falsa seguridad de tener ortodoxia o sana doctrina se olviden del capítulo 8 de Romanos, que, aunque hemos sido regenerados a nuevas criaturas y recibido al Don del  Espíritu Santo a morar en nosotros, el espíritu humano o naturaleza pecaminosa no se regenera. La carne de un santo es tan pecadora como la de un impío, dicho de otra forma, la ley del pecado actúa en nosotros (eso no significa que el pecado se enseñoreara de nosotros).  El peligro está en que un cristiano puede estar viviendo en derrota espiritual porque está confiando en cualquier otra cosa que no sea Cristo y este Crucificado, confía en su denominación, sus símbolos doctrinales, su tradición, en los vestidos, en el himnario, en su libertad cristiana, en su pastor, en sus propias obras, etc..., y ha comenzado a desarrollar pecados y hábitos secretos en su corazón, como un árbol grande y frondoso que se agusana en su interior y que se inclina lentamente al  precipicio de la Apostasía, como no da fruto sera echado al fuego.
  Por esto mis hermanos, la Fe  en cuanto a vivir para Dios solo debe estar puesta en Cristo y este Crucificado, para que El Espíritu Santo opere en nosotros la Santificación y así de esta manera obtenemos una vida victoriosa.
                                                                          ¡Dios les bendiga!



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