“Hijitos
míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado,
abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”
1 JUAN 2:1
Uno de los versículos más bellos de La
Palabra de Dios, Juan comienza diciendo hijitos míos, se está refiriendo a los
conversos que él había engendrado espiritualmente y que ahora son parte de la
Iglesia.
Cuando estudiamos este pasaje, vamos a
encontrar que se dice que en esta comunidad habían aparecido maestros enseñando
que el pecado no existía. Pero juan
escribe presentando un argumento: "el que dice que no tiene pecado hace a Dios
mentiroso".
Lo que el apóstol amado nos está diciendo es que
en la conversión de los creyentes la naturaleza pecaminosa no se anula, dicho
de otra forma, la ley del pecado sigue ejerciendo influencia en nuestras vidas.
¿Quiere decir que entonces podemos seguir pecando? ¡En ninguna manera! Porque
el pecado no enseñoreará de nosotros.
El hijo de Dios verdaderamente nacido de nuevo no
anhela pecar, no está buscando la ocasión, no planea hacer la maldad, no se goza
de la Injusticia, mas y sin embargo está bajo la ley del pecado, por esto el apóstol
escribe para que no pequemos. Mas existe una posibilidad que en la tentación
el hijo de Dios puede ser derrotado y pecar, deslizarse y caer al lodazal y
cieno de la concupiscencia en la inmundicia. En tal caso el versículo deja ver que,
si alguno fue derrotado tiene un Abogado que le defiende el cual es Cristo ¡Alabado sea Él Señor! Hermano, hermana ¿caíste?, ¿estas con
culpabilidad?, ¿tu conciencia te acusa? ¡Él es nuestro abogado! ¡Él no te deja!
¡Abogado tenemos para con el Padre y si
confesamos nuestros pecados Él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de
toda maldad!
¡Oremos! Señor, ahora mismo te confieso mis
pecados; toda avaricia, toda palabra perversa, toda lujuria, todo robo, toda
palabra de mentira. ¡Perdóname Señor a través
de los méritos de Cristo, Amén!
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