Yo me alegré con los
que me decían: A la casa de Jehová iremos.
Salmos 122:1
Jerusalén es
la capital de Israel y allí estaba edificado el Templo de Dios, los judíos venían
de diferentes partes del país al Culto, traían ofrendas y hacían fiesta por los
caminos. Ofrecían también sacrificios según
sus pecados, las jóvenes danzaban alegres, los ancianos llenos de júbilo
regresaban a sus casas y poblados, sabiendo que El Señor había aceptado el
sacrificio y que sus maldades habían sido perdonadas y expiadas.
¿Es esta misma
la experiencia de la Iglesia contemporánea? ¿Se acerca usted con gozo a la
Iglesia? O usted dice ¿gozo?… ¿qué es eso?... Penosamente muchos ya no quieren congregarse
porque ven la paja en el pastor, el evangelista, la hermana, el hermano, y no echan de ver
la viga en los suyos propios. Otros tropiezan
en el diezmo y las ofrendas… algunos están agraviados y ofendidos…
¿Cómo está tu
gozo hermano?, ¿lo perdiste?, ¿tienes por costumbre congregarte?, ¿perdiste el
gozo de la Salvación?, ¿cuándo fue la última vez que tomaste la Santa Cena del
Señor?, ¿cómo es que El Espíritu Santo no te está guiando a la comunidad?, ¿te
apacientas a ti mismo? ¡La comunión es con Dios y su Iglesia¡ Yo no puedo contestar por ti, pero tu conciencia sabe…
¡Hermano,
hermana no dejes de asistir a tu Iglesia local! ¡Busca donde congregarte! ¡Cristo viene! Salva tu alma del fuego, reconcíliate con el Señor y vuelve a la comunión y al gozo.
Repita esta Oración
conmigo;
¡Padre me he descarriado
en mi corazón, he menospreciado a tu Iglesia, perdóname Señor! guíame a los delicados
pastos por tu Espíritu Santo, devuélveme tu gozo y quita de mi corazón la falta de perdón hacia mis
hermanos! ¡Amén!
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